viernes, 12 de noviembre de 2010

Antología de las monedas

Se puso el pantalón con mucha prisa, como preocupado. A su lado, la otra dormía y eso lo motivaba a impulsar su carrera de velocidad contra el asfalto y a favor del sueño de la ninfa de sus placeres de la siesta. Por eso lo que le gustaba la siesta, pensó mientras se peleaba con las sábanas y almohadas que escondían su remera, a partir de la una, cuando el jefe se va a almorzar, se aprovecha para comer bien. Se rie al recrear las viejas expresiones del macho paraguayo que nota y denota sus fechorías en las tertulias con cerveza y entre los perros. No piensa en lo contradictorio, o hasta dialectico (obviamente no usa esta palabra) de la vida. En su interior, lucha contra la idea de admitir su preocupación, tiene que llegar a casa antes que la mujer, bañarse para no oler a hábitos concupiscentes, saludarle a la matrona con un beso en la frente e ir a recoger a los niños de la confirmación. Le diría a su mujer que el día estuvo cansador, que no pudo luego salir a almorzar, y que la oficina fue un campo de batalla a partir de la una. Vaya que fue batalla, pero de otra cosa, pensaría después de rezar el padre nuestro, acostar a los niños y decirle a su mujer que hoy no quería hacerle el favor, porque estaba cansado. El es macho paraguayo, para el, se trata de hacerle el favor a ella, cuando es su esposa, y de comerle, cuando hablamos de un tercer sujeto-.

Se puso el pantalón con mucha prisa, como preocupado. A su lado, el otro dormía y eso lo motivaba a impulsar su carrera de velocidad contra el asfalto y a favor del sueño del compañero que pocos minutos atrás le dijo, entre esa sarta de balbuceos y gemidos, que lo quería. Por eso lo que le gustaba la siesta, pensó mientras se peleaba con las sábanas y almohadas que escondían su remera, a partir de la una, cuando los paraguayos duermen (porque la siesta paraguaya era par muchos, casi como un deber) uno puede sincerarse un poco, salir una hora del trabajo. Piensa en el otro que es estudiante, y al que le toca mentir por partida doble: en la casa y en la escuela, siendo que a el, ya nole toca decir mentiras en la casa. Sabe de lo contradictorio, y hasta dialéctico que fue y que puede seguir siendo, porque en la oficina, todavía se ve obligado a disimular, como hacía con su mujer, al cual un buen día se replantó y le dijo las cosas en la cara, algo que normalmente no hace la gente. Haciendo retrospectiva, piensa en lo cada vez más difícil de besarle la frente y reprimir la vergüenza y culpa de fallarle a una persona, a esa persona. Seguía rezando el padrenuestro, fielmente convencído de que Dios lo entendía y lo quería igual. Siempre se consideró un católico de postura crítica (pero católico al fin) No quiere mauillarse con el machoporte, simplemente sonrie con lo mejor de su dentadura mientras entiende que rasgando la oscuridad y lo ella te ofrece, podés dar con un poco de luz