domingo, 12 de agosto de 2012

Un sujeto "realmente revolucionario"

es seguir al icono. Trasformación garantizada. Como esas publicidades que usted y yo tanto vimos de spraget cuando éramos niños, no lo recuerda? Comprar el producto garantizaba la completa metamorfosis de la mente y las ideas. Las gordas se hacían flacas, los antisociales, reyes del barrio, los depresivos, la alegría de la casa. Y ahora se ve algo similar en aquella facción de la sociedad que dice aspirar a proyectos revolucionarios.
El icono hace al actor. Puede usted elegir entre la amplia variedad de propuestas y productos. Puede usted comprar el discurso maoísta de la revolución cultural-no hace falta que lo entienda, eso es lo de menos- Cómprelo señor, cómprelo señora, usted joven, que desea? Podemos facilitarle lo último de epistemología marxista a menor precio. Un curso rápido, claro que sí, no hace falta que pregunte. En estos tiempos de tanto trajín, de tanto ir y venir, de tanto andar del trabajo al spa, al gimnasio y después a la cama, a rendir con su pareja que si no rinde usted, de seguro le dejan, de seguro habrá un tiempito en donde puede usted sentarse a leer las premisas y los elementos básicos que harán de su persona “un perfecto revolucionario” Un revolucionario con todas las letras. Cuál es su talle señorita? Desea lo último en moda underground revolution? O prefiere algo más clásico. Y usted señor, no le vendría bien una boina del che para tapar esa pelada que los años han dejado impune? Señores, están cansados de la rutina? Que tal un paseo por el bañado Tacumbú, para conocer aquellas recónditas esquinas de la ciudad, de la rivera? A conocer a esa gente con la que normalmente, usted NO SE CODEA? Sentir su candor, su bondad infinita, mirar esos rostros resquebrajados ante la imposibilidad de insertarse en un mercado laboral, resultante de una estructura macroeconómica que gusta expulsar, antes que incluir. Este vieja es parada obligatoria de un sujeto “realmente revolucionario”. Caso contrario, podríamos armar una expedición hasta el Caribe, ir hasta Cuba, con una parada previa en Miami, vuelo directo desde American Airlains. ´Pero que me dice? A usted le indigna pagar a una compañía norteamericana? Prefiere ir de mochilero, dice? Gastará el cuádruple? Prefiere eso a pagar a los gringos? Ahh, usted definitivamente tiene mucho dinero señor… Le ofende lo que digo? Pero es la verdad, un pobre ni sueña con lo que usted sueña, ni sabe dónde está el Machu Pichu o el pichu de su macho o como quiera usted denominar.
El mercado de la música no te da opciones? Que tal un recorrido por el tiempo, hasta los clásicos de Silvio Rodríguez. O tal vez 678 pase alguna nueva propuesta desde la TV.
Es comprar el ícono. Enterito, sin cuestionamientos, sin dudar. Es aferrarse a la idea de que ese pequeño icono nos hará ser alguien. Olvídese usted del fetichismo de la mercancía, de que el todo es la síntesis de múltiples determinaciones y por tanto unidad en lo diverso, olvídese de los procesos que guiaron a las formas de este producto, de los artesanos que forjaron sus comisuras, olvídese de la historia como proceso, usted solo debe COMPRAR EL PRODUCTO… así será “un perfecto revolucionario”. Apréndase palabras claves. Para ello compre un cuadernito y baje letras de calle 13 y discursos entrecortados de referentes intelectuales de youtube.com. Le será fácil armar un rosario de propuestas en menos de una semana. Satisfacción garantizada, o le devolvemos su dinero.
Sólo así usted dejará de ser un burgués. Será original entre su grupo de amigos, será diferente. Será único.
Por otra parte, yo estaré ahí, ofreciéndole los productos. Usted no lo sabrá, pero me estaré riendo desde mucho antes de recibir su llamado. Me reiré con fuerza, con ganas… con impotencia. Con la impotencia que se siente al saber que usted será dirigente de algún proyecto político que fracasará. Con la impotencia de saber que manoseará el nombre de Carlos Marx como si el mismo fuese Ricky Martin. Con la impotencia de saber que habrá muchos que creerán en usted y se decepcionarán. Pero más me reiré cuando lo encuentre en la cueva de moda de esta pseudo movida urbano-revolucionaria y usted me niegue su origen burgués, se indigne cuando le muestre las fotos que tomé de usted en el colegio, cuando fuimos compañeros de curso. Se rasgará las vestiduras, o mejor dicho, su remera de Pomebero y dirá que soy un agente de la CIA, infiltrada.
Lo que más me molesta de este cuadro, tantas veces pintado, es que usted, definitivamente, nunca aspiró a aprender nada. Que hace avergonzándose de sus orígenes? Presuponiendo que son algo malo? Que hace manipulando categorías tan trabajadas por las ciencias sociales (desde los clásicos hasta nuestros días) como las de burguesía, oligarquía y proletariado, hasta hacer de tan precisas construcciones, conceptos tan vacíos que hasta ya ni eco tienen? Qué diablos le hizo pensar que al comprar este producto, usted sería un revolucionario, y dejaría de ser un burgues? O peor aún, que le hizo creer que sus orígenes cómodos y bonitos lo suspendían de la revolución para siempre, hasta el punto de negar lo que no hace falta negar? Pero peor de los peores, de donde sacó que la revolución es un producto que se compra?
Señoras y señores. No neguemos nuestra piel blanca, nuestros ojos claros, nuestra posición cómoda. No neguemos nuestros postgrados, ni nuestros idiomas aprendidos, además del materno. No neguemos que venimos de colegios privados, que nos hemos codeado con la clase media alta en los intercolegiales deportivos. No neguemos que fuimos a discotecas de noche, a rezar en las iglesias de la clase dominante, o hasta nos enamoramos de nuestros actuales adversarios políticos cuando éramos adolescentes. No nos neguemos a la posibilidad de ser honestos con un pasado que dice ser nuestro y del cual aprendimos mucho. No neguemos nuestra posición pequeño burguesa que la traemos en los pequeños hábitos., Que comimos caviar y nos gustó. Si negamos estas cosas, seríamos tan burdos como aquellos que nos critican. Si en verdad creyéramos en la revolución, no correríamos a los supermercados a comprarla. No pasaríamos largas noches hablando de todos esos libros que nunca leímos, a la par en que nos deleitamos con los estupefacientes de moda (y de paso auspiciamos la campaña del presidenciable al que tanto decimos odiar). Muy por el contrario, desafiaríamos a nuestros viejos amigos de la clase media, desvestiríamos los mitos de los cuales han vestido (y hemos vestido tb nosotros) a los discursos de izquierda. Nos inmolaríamos al todo por el todo, sin esos pines y pañoletas, sino como verdaderamente somos. Nos iríamos a los escraches sin disfraces, mostrando nuestras verdaderas caras, sin miedo a que ABC color manosee nuestros bellos apellidos de origen europeo, o las cámaras de la fiscalía nos saquen la foto del año. No tendríamos miedo de perder a nuestros amigos porque en verdad pensamos diferente, nos enfrentaríamos más a los enemigos, les mostraríamos la cara y el perfil (el verdadero, no el de fb) No dudaríamos en decir que somos incoherentes cada tanto y en criticarnos, si. Nos criticaríamos todo el tiempo. No evangelizaríamos a los pobres. No nos consideraríamos iluminados. Solo seriamos personas que apuestan desde donde están, a un proyecto de izquierda. No compraríamos iconos para creer en procesos. Nos jugaríamos la vida por las causas a defender, así como se han jugado en la historia otros acomodados que lograron ver el mundo más allá desde las percepciones particulares, sin miedo, sin vergüenza, sin disfraces trasnochados.