viernes, 24 de febrero de 2017

Bahiano-paraguayidades V: El día de la mujer paraguaya


Cuanta patria necesita un hombre para ser libre?
Mi patria era mi cuerpo
(Fragmento de “Damiana, una historia silenciada”)

Vai tomar no cú, vei! Eu não sou a sua residenta
(y desató una marea de múltiples sentidos,  como si las palabras dichas en esa otra lengua, pudieran alterar el propio significado del mensaje)

Le respondió en portugués. La lengua del enemigo o supuesto enemigo a enfrentar. Para los historiadores liberales, el segundo tramo de la guerra, el más violento, implicó confrontar principalmente a fuerzas brasileras. Son las fuerzas brasileras las que queman el banco de sangre de Humaita, son las fuerzas brasileras las que asesinan a sangre fría a los ninhos mártires de acostanhu, son esas mismas fuerzas las que terminado el conflicto bélico, ocupan el país por siete anhos. Son esas fuerzas las protagonistas de un doble discurso insisivo, que construye un imaginario terriblemente contradictorio. Brasil es vacaciones de locura para la clase media alta y alta de su ciudad, Asunción. Brasil es el enemigo que se confabuló contra el desarrollo nacional para sus profesores de historia. El estado brasilero coloca tanques en la frontera cada vez que el estado paraguayo pide a los brasiguayos (esa suerte de hibridos a conveniencia) pagar los impuestos de las tierras de dudosa titulación que ocupan.

Le respondió en portugués, la lengua del poder, para defragmentarla. Resignificar de alguna forma su uso. Recordó sin poco esfuerzo las fiestas de quince anhos y su primer encuentro con el pagode bahiano, de la mano de E O Tcham, sin saber que quince anhos más tarde, cuando doblase su propia edad, gastaría sus pasos en la favela de Pero Vaz en Salvador, vistiéndose y desvistiéndose con su paquera de turno, quien para variar, fue compositor de uno de los grandes éxitos de E o tcham que arrasó durante un tiempo en las discotecas paraguayas. Por eso y para ella, las palabras en portugués tenían siempre un lugar de placer corporal. Alguna vez en algún momento, un profesor de danza paraguaya hablaría del pagode como estrategia de dominación cultural permeante en la frontera. El recuerdo de la advertencia se transformaría anhos más tarde en pregunta, cuestionando si el placer es una forma de dominar, o acaso mejor, el placer no conocía de dominación alguna porque superaba a todas las dominaciones.

Le respondió en aquella lengua extranjera que se resistió a aprender en su anhos de escuela, no por un afán nacioanlista y transnochado que la escuela le colocó con ahínco, sino por la propia pereza que le generaba aprender algo nuevo. Tiempo después pasaría horas de su vida estudiando verbos irregulares para aprobar un examen de lenguas en la universidad brasilera que aceptó su postulación a un programa de estudios.

Le hacía ruido la cara de consternación de su interlocutor, sorprendido por la respuesta de ella, violenta, no tanto por mandarlo a meterse en donde no podía, sino por el léxico extranjero empleado. Hablar la lengua del enemigo era venderse al enemigo, sin embargo, para ella cabía la pregunta lógica de quien vendía a quien, o peor aún, quien ya vendió a quien.



Como si el alma pudiera venderse, como si las fronteras nacionales importasen para ese cuerpo que fluia entre ciudad del este y foz, fluia e intercambiaba fluidos entre amantes de Asunción y Salvador. Fluia como esa mixtura hibrida y gostosamente problemática del portunhol selvagem. Como si su interlocutor paraguayo, defensor irreversible de todas las formas de gobierno del color rojo y la lista uno, puediera ensehharle a ella la etimología exacta de la palabra soberanía. Como si el grito de guerra de una mujer paraguaya que no quería ir nunca más a esa guerra (porque estaba cansada de caminar hacia ella todos los días de su vida), fuese terrible, imperdonable, pero las palabras del presidente paraguayo de turno, expresadas en ese portugués con sotaque intervenido por el espanhol, no lo fueran tanto. Porque mandar a alguien a la mierda cuando la llaman residenta es traición a la patria (que patria?) pero “repetir o que ja falei: usem e abusem do Paraugai, porque na verdade é para mim um momento inacreditavel de oportunidades”, no parecía ser doloroso o injusto, mas aún cuando el “represesntante” de la “nación” (esos dos inventos del mundo occidental) hablaba en protugues para empresarios brasileros interesados en invertir en el país, motivados por la baja carga tributaria y la mano de obra barata que ofrecían los trabajadores paraguayos, huérfanos de un sindicalismo unificado.

Le respondió en portugués, pese a hallar en el guaraní paraguayo una certeza más hiriente. Y al llegar a su casa, todavía molesta por la sarta de sandeces que le tocó escuchar después, escribió:

Yo no quiero ir a la guerra, yo no quiero vender mis joyas (de echo no las tengo). Yo no quiero reconstruir la patria dando mi cuerpo como máquina reproductora. No quiero parir y quedarme sola. No quiero a otros centauros de ybycui ejaculando dentro de mi y contra mi voluntad (porque de esa parte, los historiadores hombres se olvidan). Yo no quiero pasar las vejaciones protagonizadas por ningún otro ejercito de ocupación. No quiero ejércitos nacionales ni extranjeros ocupando impunemente mi cuerpo femenino y paraguayo. No quiero ser ni tu residenta ni tu reconstructora. No quiero palabras herócias para las penurias de mis antepasadas. No quiero fechas hipócritas que alimenten discursos nacionalistas y xenófogos, que escondan una realidad de abuso presente hasta el presente. Porque en los noticieros suenan clarines y en la frontera huele a muerte. Porque en la radio dan medallas y en guahory queman escuelas.

En medio de este tránsito turbulento, quien es de quien? Cómo defender la soberanía de mi cuerpo en medio de tanto ruido retórico? Es como ir atrás de un trio eléctrico en medio del tumulto hasta que todo se confunde. Amo lo que dicen que debo odiar. Y esas mismas voces que me ordenan ser residenta y odiar los placeres de mi cuerpo, matan o venden aquello que también amo. Amo los matics de verdad que me ensenharon a ignorar en la escuela. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

Bahiano-paraguayidades IV: Insular


De chicos nos ensenharon que el Dr Francia cerró las fronteras nacionales para garantizar el desarrollo interno y autónomo del Paraguay, frenando así el avance de corrientes argentinistas y espanholistas. De adolescentes, aprendimos a repetir la metáfora de la isla rodeada de tierra, de Roa Bastos, como mejor definición posible para nuestro país y su soledad. Pasando los 15 anhos, la metáfora del encierro adquiere para mi carácter de verdad, y el cerrar las puertas se vuelve una práctica asesina en las avenidas pavimentadas de Asunción. Hay algo en el hablar del migrante paraguayo, en su imaginario de éxito si sale de la isla, en su plagueo jahe´o de exiliado económico al cual el país “le cerró todas las puertas”, mitad consuelo, mitad justificación para dejar la matriz y cruzar la frontera. Hay una palmadita en la espalda y unos aplausos que felicitan mi resiente éxito migrante, inmediatamente seguidos por la advertencia, siempre dicha en voz baja “Andate y no vuelvas nunca más”. Hay un miedo aprendido, como todos los otros miedos. Un miedo al retorno, un miedo al arrepentimiento. En alguna conversación familiar, algún tio recuerda la época de la ventana abierta y el dormir tranquilo. Al volver a Asunción abris tu ventana y sólo sentís que entra calor. El relato atrapado en tu línea de tiempo es una eterna siesta paraguaya, ente las 13 y las 15 hs del domingo te pueden dar hasta ganas de suicidarte, la muerte pasa y te saluda. Un amigo te escribe al Messenger de Facebook y pide que le traigas de regalo un poco de la brisa de litoral que sopla todos los días en tu ventana, trae un poco de esa brisa que tanto falta acá. De esa brisa que ni los stronistas acomodados con su ventana privilegiada sentían, pensás vos mientras bajás a ver el mar y te quedás ahí, mirando lo que algunos libros de autores liberales dicen que también fue tuyo, mar do Paraguai, decía Cardozo, dato sobre una tal provincia gigante de las indias, dato que nunca corroboraste en otras bibliografías. Te quedás hablando con el vecino, que pese a su origen bahiano, todavía mira el mar con fascinación, la misma fascinación pelotuda que todos los paraguayos reproducen, después de horas de viaje en carro para salir de la frontera y ver lo que su insularidad terrestre les impide. El infaltable vc da onde? La piada retenida del vecino y tu cara de meme. Y un nordeste tan sub colonial que te desconoce por completo. Y tu silencio, ese silencio heredado de campesinos paraguayos, a su vez heredado de guaraníes. Esa marca registrada de tu herencia, que no te da vergüenza sino rabia. Ese silencio que aplasta, que aprendiste a odiar de forma tan afectiva, al punto de reproducirlo siempre. Esa palabra atrapada en tu garganta que acaba produciendo inflamación. De que resistencia milenaria nos hablan los antropólogos?, escribo enojada un día después de clases.