Deslizo los saberes de mi lengua en cada boca que se
predispone a recibirme. No me importa su procedencia, ni su sexo. Yo solo
quiero el ritual del conocer desde a forma primera, desde el cuerpo. Me dejo
impresionar. El protocolo de la esquina a mi cuarto es el mismo que el de un
hostel, check out a las 10, no hagas preguntas y seguí caminando. Deslizo mis
palabras entre las lenguas hablando español, no guaraní. Nunca aprendí a
hablarlo y a esta altura, estoy lejos de incorporar sus ácidas intervenciones a
mis sentidos, a mi cosmovisión.
Pasé de la monogamia a la poligamia, concluyo después entre silencios. De la
militancia cristiana al ateísmo. Del himno nacional al silencio. De decir
patria a decir Sajonia. Me sé maldita por la boca de los brujos que han
hechizado la historia de este suelo. Me se ruin por creen en banderas
internacionalistas. Me siento incómoda al comer asado en la mesa de la
hipocresía, acá no pasó nada y comete ese pedazo, que los manteles de fiesta
esconden muy bien la infelicidad de ese pentagrama humano que en nombre del sustantivo
familia calca rituales en los cuales no cree.
Hasta ahi, otro día sin novedad
Hasta ahi, otro día sin novedad