miércoles, 1 de febrero de 2017

Bahiano-paraguayidades IV: Insular


De chicos nos ensenharon que el Dr Francia cerró las fronteras nacionales para garantizar el desarrollo interno y autónomo del Paraguay, frenando así el avance de corrientes argentinistas y espanholistas. De adolescentes, aprendimos a repetir la metáfora de la isla rodeada de tierra, de Roa Bastos, como mejor definición posible para nuestro país y su soledad. Pasando los 15 anhos, la metáfora del encierro adquiere para mi carácter de verdad, y el cerrar las puertas se vuelve una práctica asesina en las avenidas pavimentadas de Asunción. Hay algo en el hablar del migrante paraguayo, en su imaginario de éxito si sale de la isla, en su plagueo jahe´o de exiliado económico al cual el país “le cerró todas las puertas”, mitad consuelo, mitad justificación para dejar la matriz y cruzar la frontera. Hay una palmadita en la espalda y unos aplausos que felicitan mi resiente éxito migrante, inmediatamente seguidos por la advertencia, siempre dicha en voz baja “Andate y no vuelvas nunca más”. Hay un miedo aprendido, como todos los otros miedos. Un miedo al retorno, un miedo al arrepentimiento. En alguna conversación familiar, algún tio recuerda la época de la ventana abierta y el dormir tranquilo. Al volver a Asunción abris tu ventana y sólo sentís que entra calor. El relato atrapado en tu línea de tiempo es una eterna siesta paraguaya, ente las 13 y las 15 hs del domingo te pueden dar hasta ganas de suicidarte, la muerte pasa y te saluda. Un amigo te escribe al Messenger de Facebook y pide que le traigas de regalo un poco de la brisa de litoral que sopla todos los días en tu ventana, trae un poco de esa brisa que tanto falta acá. De esa brisa que ni los stronistas acomodados con su ventana privilegiada sentían, pensás vos mientras bajás a ver el mar y te quedás ahí, mirando lo que algunos libros de autores liberales dicen que también fue tuyo, mar do Paraguai, decía Cardozo, dato sobre una tal provincia gigante de las indias, dato que nunca corroboraste en otras bibliografías. Te quedás hablando con el vecino, que pese a su origen bahiano, todavía mira el mar con fascinación, la misma fascinación pelotuda que todos los paraguayos reproducen, después de horas de viaje en carro para salir de la frontera y ver lo que su insularidad terrestre les impide. El infaltable vc da onde? La piada retenida del vecino y tu cara de meme. Y un nordeste tan sub colonial que te desconoce por completo. Y tu silencio, ese silencio heredado de campesinos paraguayos, a su vez heredado de guaraníes. Esa marca registrada de tu herencia, que no te da vergüenza sino rabia. Ese silencio que aplasta, que aprendiste a odiar de forma tan afectiva, al punto de reproducirlo siempre. Esa palabra atrapada en tu garganta que acaba produciendo inflamación. De que resistencia milenaria nos hablan los antropólogos?, escribo enojada un día después de clases. 

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