lunes, 17 de agosto de 2009

Cuentos de Hadas versión 2.5

Pero ella solo quería bailarle encima desde hacía ya mucho tiempo. La sola idea de zapatearle palabras al oído, o de que el se escondiera bajo sus polleras, le parecía motivo más que valedero para seguir probando, seguir tanteando, seguirla remando. Entendió que aquel cuento de princesas que soñaban con dragones se cumplía a la inversa para la historia que ellos se habían forjado a lo largo de años. Ella era, tal cual lo leyó en un libro de Sábato, el dragón de todos esos acontecimientos impredecibles, o sea, la ecuación de lo caótico. El era más tranquilo, más sereno, hasta si te descuidas, más sabio. Seguía teniendo ese porte casi molestoso, alto como una columna y soberbio como un general romano, casi como el castillo que ella-el dragón, o la NO-princesa-gustaba de derrumbar al ritmo de una rumba de pañoletas y suspiros. En fin, muchos datos ya, que no sepa ina que se habla de el. Aninati se entera un poco el intimo!
Pero así siempre fue. La princesita que no pudo ser, porque no quiso. La mala educación del suicidio social, los novios, entre medio hiposos y zurdos que caían a la casa bien amueblada y de lindas costumbres. El planteamiento del problema ofrecía como primera hipótesis la bipolaridad de la guerra fría entre sus padres, donde la madre usaba pañoleta roja-No necesariamente bolchevique-y donde el padre-embajador- izaba con orgullo todos los días la bandera de la libertad-pero igual decía que los discursos de Castro eran lindos- Aina che Dios, un caldo aba ideológico que entre otras muchas cosas, le hizo no desear ser princesa. (y esto disgustó tanto a la madre como al padre)
Pero ella solo quería bailarle encima desde la primera vez que lo vio (ojo que no es lo mismo mirar que ver, cuantas veces miramos a la gente sin verla) pero sabía que la danza, esa otra danza, tendría una distancia cuasi-infranqueable, de un cuerpo a otro. Pero igual quería… zapatearle los fantasmas, sacudirle los prejuicios. Qué difícil sería en lo sucesivo. Tal vez por eso sus otros encuentros con amantes no eran tan satisfactorios como el planteamiento de una danza improvisada con percusión y cuerdas. Algo tenía su energía vital, que solo se descargaba bajo los arpegios de la trova, el lírico o hasta el silencio. Con el tiempo hasta pensó que se debía al hecho mismo de que ella quería bailarle encima, tal vez por eso pegaba más bailar sola que esas otras cosas con los otros amantes que nos hacen suponer que son geniales… en cuento que el orden de los factores había sido si pueden alterar el resultado… en cuanto a concupiscencia se tratase.
Pero al final no queda clara la razón de esta crónica. ¿Hablaríamos de la princesita que no fue o de que ella quería entroncar su arte en nueva tierra? Sería casi como un ritual de iniciación, como un sacudirse los bichos después de tanto suelo y tanta muerte.

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