domingo, 6 de septiembre de 2009

Enseñanzas del colegio

Hagamos el amor en los altares
Y celebremos misa en las habitaciones
Alejandro Jodorosky


En medio de la homilía, apareció una vibora. Yo la miré aterrada al principio, luego no tanto. Resultó extraño, porque tiempo antes, es decir, unos minutos o quizas unos segundos atrás, antes en el tiempo, era otro el escenario. La vibora apareció cuando yo me empecé a sentir mal por lo que estabamos haciendo, cuando el proceso ya parecía ir a trancarse y mis piernas no pedaleaban con el ímpetu inicial. Vos tampoco te veías muy animado, parecía que te arrepentiste. Entonces salío la vibora y cambio todo el escenario. Yo no me moví por terror a ese animal. De pronto todo se oscureció, los sueños sin sentido son los peores. Pero volvimos a la realidad. Yo estaba ya otra vez con la cabeza metida entre tus piernas, me acuerdo que hacía mucho calor, como se supone que pasa cuando se está en enero, vos no tenían ventilados y un mosquito inquisidor jugaba al kamikase pa que le matemos. Me acuerdo también que te tragaste todo mi beso, me dejaste sin repertorio mientras te sarandeaba el pelo, además la vibora aparecía cuando me gustabas, me gustabas en la marcante, en ese juego de peso y contrapeso de a dos. Yo te dije un par de cosas en el oido, de cosas que queria que me hagas, pero mi vos no salía, en cambio la vibora si hablaba y me decía que ella no quería, que eso no le gustaba y que escuche la homilía, que estabamos en la misa y que mirara bien de cerca de la cruz. Mirale fuerte mi hija, mirale y prestale atención. Yo ya me preguntaba a esa corta edad como lo que uno le mira fuerte a las cosas. Mirale si que vos y no preguntes nada, mirale y después lavate la boca y labate también ahí abajo y nunca mas digas ni hagas lo que hiciste.
Por eso, cuando la vibora me gritaba para entrar, yo no hice otra cosa mas que mirarle fuerte, a la crizx, durante la homilía, y salirme de tus piernas.

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