domingo, 6 de septiembre de 2009

II

Cuando tu vibora me escupio en la boca, me vi obligada a realizar un viaje de introspección personal, parte de esos procesos que uno inicia en la más singular d elas circunstancias. Teníamos entonces, en mi imaginario, dieciocho años los dos. Ambos escuchabamos la homilía y vos tenías un rosario que querías que yo conserve porque a mi se me ocurrió regalarte un pedazo de arbol que a través de la doctrina del interaccionismo simbolico, irira a signioficar mi vida. Esa vez no hubo vibora, ni sacudida, ni estruendo. Yo quise apagar las luces, pero ni los giregos sabían como apagar al sol

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