lunes, 29 de diciembre de 2008

Felicidad calcada

"Sombras de la China, sombras de la China
Ve a Pierrot llorando por Colombina"
Joan Manuel Serrat

El quería los remedios para la cura del cuerpo de su madre, y yo quería los remedios para curarme el alma. Y fue así que la búsqueda insaciable de soluciones y culpables nos puso al uno frente al otro para debatirnos y excluirnos mutuamente, a través de combates dialécticos.
Cuando lo vi por primera vez…. Pensé que era un cerdo nihilista sin valores. En ese entonces, yo me creía la niña de la buena moral, capaz de asir con mis dos manos, la espada y la balanza de la justicia, para redimir o condenar a quienes en mi derredor tenía. Pero ahora que lentamente la reminiscencia desfilaba ante la tenue luz de la lámpara de mi mesita, mi lado conciente se percataba de sus propios errores, de sus propios cambios y humanidades y de todas esas otras cosas que se superponen al tiempo. Y es así, que al deslizarme sobre las sábanas hasta entonces inmaculadas, redescubro las sabias enseñanzas, metafísicas de un profesor ya sin nombre, el cual me dijo que el tiempo humano no es tautológico al tiempo del reloj, y que este último tiempo sigue siempre un parámetro estable. Sin embargo el tiempo humano varía según nuestro propio sentir quántico.
Empíricamente hablando, yo experimentaba esa contraposición de posturas. Y es que ahora mismo, mientras esperaba y me arreglaba el pelo, veía el lento y tortuoso desfilar del segundero en mi reloj de pulsera. ¿Qué ya no podemos terminar de una buena vez con todo esto? Me sorprendía a mi misma, al ver mi rostro sutilmente maquillado y al descubrir que mis manos (presas de un impulso inexplicable) habían trazado un par de trenzas con mi cabello. En fin, la apatía de estar sola sin lápiz ni papel, me obligaba a descansar la mente –la cual estaba habituada a escribir bosquejos de líneas tontas cuando estaba sola y aburrida- Y ante ello fue que me resigné a recibir al imperio del recuerdo.
Sus palabras-la del recuerdo lejano y cercano al mismo tiempo, las enseñanzas de aquellas impresiones débiles de un pasado distante- empezaron a dictarme una solemne conferencia de dichos y proverbios, enseñanzas acumuladas por los años y guardadas en un viejo cajón de sabe dios que parte de mi persona. En fin, una vocesita chillona y molestosa-tan molestosa como un mosquito de aquellos- me decía que para los días turbios, no hay remedios. Los días turbios son como esas fiebres repentinas que lo toman a uno por sorpresa, y ante lo cual solo queda resignarse al poder luchador de los anticuerpos espirituales. Cuando lo conocí, no me había percatado aún del silencioso pero perceptible deterioro de mis anticuerpos internos. Sentía como si la casa de mi interior fuese un antro eternamente habitado por los mismos muebles. Nada cambia, nada deviene, las sillas son siempre sillas y están en su lugar habitual por siempre. Pero es ahí, dentro de toda esa calcada tranquilidad, que los cimientos imperceptibles de los cambios sutiles, empiezan a operar.Al principio fui hermética, porque su búsqueda tenía tan poco que ver con la mía. Mientras el indagaba por esquinas sucias, buscando a la yuyera que vendía la planta esa para hacer el insumo raro ese, que se pone sobre el agua para tomarlo después y calmar el dolor de reuma…. Yo estaba en el mercado sin mucho que hacer.
Con poco dinero en los bolsillos, apenas pude comprar unas especias. Pero no eran especias lo que quería. La tranquilidad no era un producto que se ofertase muy a menudo en sitios como aquellos. Tantas personas, tantos productos, animales, ruidos, golpes, pasos gritos, zumbidos, caras, maniobras y….-
¡Tock! ¡Tock!¡Tock!
Alguien golpea a la puerta. Es el. Lo sé por la habitual manera esa de golpear tres veces seguidas y de forma imperiosa cuando estaba con prisa.
Atraviesa el umbral de mi puerta, y de buenas a primeras se percata del olor a incienso. “¿Estás armando un ritual satánico?-pregunta adquiriendo una expresión picarona-¿O algún sacrificio maya?
Medito sus palabras por breves instantes. Y al pensarlo con mayores detenimientos, llegaba a la conclusión de que en efecto, algo así estaba ocurriendo en esos momentos. Y es que en estas instancias, cuando que mi mente se atraganta con su propia esencia bipolar y termina sin saber lo que quiere. Hace apenas unos minutos antes de que el llegase, me estaba arreglando y esperaba que el tiempo fuese capaz de arrasar con aquel compromiso establecido entre dos personas, lo antes posible, puesto que lo pactado, pactado estaba, y no era factible ir contra la marcha de sentencias firmadas. Pero ahora, aparecía la famosa figura del mito-aclaro que esta figura, era famosa para MI- y ella decide frenar… o al menos poner en duda mis acciones.
El mito no es una figura castigadora, ni moral, ni justiciera. Es la luz de verdad al final del túnel de ficciones. Son las cadenas de mi voluntad que, paradójicamente, se constituyen en únicas garantías de mis libertades. Haber… haber, ¿Cómo les explico que el hombre solo es libre de elegir a que cosas someterse y de que cosas liberarse? ¿Cómo les cuento la gran historia del mito que he creado para afianzar un pacto con mi voluntad… y reunir así a todos mis caprichos?Lo único cierto aquí es que esa tarde en el mercado, yo quería comprar cualquier cosa… y ví a este hombre que ahora golpea a mi puerta. El sujeto estaba en oferta y enseguida lo adquirí. Desde entonces, anda que quiere que lo conozca y le de utilidad. Pero no siempre terminamos comprando aquellas cosas que nos resultarán útiles. A veces, la avaricia-alimentada por el fuego de las vidrieras-nos convierte en animales impulsivos que compran por comprar, y que gastan por gastar… dinero o personas, da lo mismo hoy.
Pero el mito… es esa la única adquisición verdadera. Es este el producto de nuestra propia construcción, algo que no se encuentra en un mercado de pulgas, ni en los shopings, ni en las ventas de garage no en la Avenida Eusebio Ayala. El mito es auténtico, único en su especie, y lo he creado a partir de una persona también única. El mito tiene ojos ¡sus ojos! El mito tiene voz ¡su voz1 El mito tiene pensamientos humanos, pero que al ser tomados por mi, adquieren un tono divino. El mito en si es una persona de carne y sangre, que ha logrado de alguna manera y dentro de su particular magia, encarnar mi propia voluntad. Llámenlo verdad, utopía o hasta buen amor. Lo cierto es que se cierra el mito desde el momento en que el ideal, al tener materia y forma, se impone pesadamente sobre la realidad y aquel rostro es EL ROSTRO, y aqellas manos son LAS MANOS. Marca registrada, bautismo de fuego… nombre y apellido de nuestra voluntad máxima. Las otras manos, los otros rostros e incluso las otras caricias pasan de largo. El decir, se olas siente, bien o mal se las siente. Pero solo eso…Empiezo a temblar… tanto por la emoción como por el descontento, Hay una eterna batalla librada en mi ser, la librada por el mito y los caprichos esporádicos. Y una fiebre que me inunda cada vez que esto ocurre.Cuando el mito gana, la cosa es buena, porque a la larga yo siempre quiero—aunque ni yo misma quiera aceptarlo—que el mito gane y se imponga vigoroso. Pero cuando el mito pierde, no es que la cosa se ponga tan mala. Tan solo ocurre que los actos posteriores, confirman la tesis de que a veces no nos bastamos a nosotros mismos, o somos mejores en contraposición a las cosas que hacemos.Pero el combate es una guerra de desgaste infinita. Por sobre todo, es eternamente dialéctico e ideal. Solo ocurren las acciones, una vez que se halla terminado de debatir en el campo ideológico. Y tras desparramarse la tanda de los primeros actos, los hombres esperan pacientes, a que la próxima duda ante un si o un no, despierte la intervención de sus ideas mas enraizadas.Cierro los ojos y me dejo llevar. La batalla ideológica al fin se definió. A veces ni los propios hombres se percatan de que la mente y el corazón ya decidieron. A veces creemos no haber decidido algo que hicimos, siendo que en verdad esa acción efectuada ya estaba desde hace tiempo resuelta a efectuarse en nuestro subconsciente…. ¿o debería decir, nuestro INCONCIENTE?
Solo se que un par de acciones mas desencadenarán la victoria o derrota de mi sagrado mito. Y me dejo influir por ellas, porque a la larga el mito y yo hemos perdido la cuenta de sus fracasos y aciertos. Y este tipo de cosas no se miden con el tiempo del reloj.La regla de un mercado capitalista reza “dejar hacer, dejar pasar”, por lo cual concluyo que este proverbio centenar me lleva y me seguirá llevando en lo sucesivo, hasta tu piel. No la deseo tanto, porque cada vez que la disfruto en intensidad, viene el mito y me cuenta que muy a pesar de todo, existe algo mejor. Pero hoy, vos le ganaste al mito, y este se vio relevado a un rincón de mis pensamientos y nada más. No será por mucho tiempo, pero si por ahora. Este ahora que tampoco se mide en cronómetros terrestres, sino pasionales, metafísicos.
- ¿Me querés?-preguntas a la par en que tus muy particulares formas de afecto se disparan sin censura.Tardo mucho en contestar, Preguntas como esas, ameritan buenas respuestas,
-Si te quiero…. Pero si apagás la luz… te voy a querer mucho más.

1 comentario:

  1. ¡Aajaja! me recuerda a la obra de Nhi Mu. "El sujeto estaba en oferta" ¡aajajaa!, este asunto de la poca demanda llega hasta a la gente.

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