martes, 20 de enero de 2015

Comunicado IV: La Casa


Pensó en la posibilidad de experimentar todos los placeres del cuerpo y de la carne. cuerpo y carne, ¿que diferencia taxonómica hay entre uno y otro?, se preguntó después de sentenciar su próxima acción, a fuerza de veredicto espiritual
¿espiritual?

Hija del rigor del discurso que castiga, sentenció su libertad condicional, si, condicional. A fuerza de encuentros furtivos. Porque en aquella isla rodeada de tierra, laberíntica,  las cosas, todas las cosas eran así. Furtivas, ocultas, encanutadas. Desde la arritmia de los suspiros entre dos o más de dos, a los claros vejámenes de la vida pública. Debajo de la mesa familiar podían esconderse los mismos males que en la mesa de apuestas del poder político. Todo por debajo de la tierra. ¿Somos topos? , ironizó más de una vez, al hacer una breve pero categórica descripción de cómo su sociedad podía tras-polarizarse.

 La casa es del tamaño del mundo, mejor dicho, es el mundo. En la casa estaría la clave para entender todo lo otro. Basta un muestreo para entender la población, colores primarios para lograr todos los demás, una palabra clave para desentrañar todo el discurso que se viene. Se viene, se viene.


Y si las casas de los habitantes de la isla están vacían, ellos continuarían con el sacro ritual de hacer las cosas por debajo de la tierra. Al oro lo escondieron debajo de la tierra, al placer lo escondieron debajo de las pieles, a la verdad la escondieron debajo de la lengua. Es por eso que la casa está vacía y en ella no encontraremos (a simple vista) un solo mueble. Pero el no verlos, no es muestra de su inexistencia.

Todo oculto, todo encanutado. De este modo la libertad no es lo que se ve, sino lo que se esconde. La verdad no es a simple vista descubierta, sino cubierta. Todo por debajo. Como el polvo debajo de la casa o el polvo que se tiran sus habitantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario