sábado, 31 de enero de 2015

Comunicado VII: Ser único




Y al final, lo más absurdo estaba en encerrarse en un laberinto, esperando ser encontrado. Mayor inoperancia la de esconderse allí donde nadie quiere ir, esperando a que lo vengan a saludar.

Al final era eso, tener ganas de ser encontrado pero nunca salir de las galerías sin muebles. Algunos absurdos menores, hijos del absurdo mayor, se manifestaron con el paso del tiempo: Fingir que había gente. Fingir que eran amigos que lo visitaban, sentirse anfitrión de un juego solitario. Y es que el absurdo de Asterión, poco se diferencia de todos los demás absurdos del universo: Allá entre las dunas, un soldado pelea una batalla, añorando una libertad que poco conoce o poco existe. Más acá, una joven añora volver a sentir el cuerpo de su viejo amor (a la par de tejer escaramuzas para no verlo), las agujas y los hilos que tejen proyectos humanos que irremediablemente caen, poco se distancian de ese sueño de un minotauro que mata, pero quiere la redención de los hombres.

Quizás es el miedo, esa rara sustancia oscura, el factor último que une todas las historias. Pelamos por miedo, matamos por miedo, huimos del amor por miedo. Esa realidad final  de contradicciones  en la que el verbo resignación nos deja un sabor amargo en la boca. La guerra se pierde (sabe el soldado) el amor se cansa de esperar (dice la mina), Asterión resiste, y mata, mata y mata. Mata con el enojo de quien se sabe un desgraciado ser invencible, de quien se sabe ÚNICO. Porque si no lo fuera, alguien pararía sus golpes Algún ave de rapiña vería sus movimientos y los detendría. Alguien como él, con esa su misma velocidad, con esa su misma alevosía en el manejo del cuerpo.

Ser único es una maldición, le dice a los hombres antes de degollarlos.

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