El pez cae por la boca. Lo
supo-sin ser consciente de su saber- desde mucho antes de poder emitir una
opinión formal. Lo supo desde el instinto primitivo de los que abren la boca
para tomar la teta. Ese saber sin educación formal, saber del cuerpo antes que
de la racionalidad, el saber de la supervivencia. Caemos con las cosas que nos
llevamos a la boca, pensó tiempo después, cuando ya hacía uso de sus facultades
cognitivas de adulto. No nos llevamos el mundo por delante, sino que nos
llevamos el mundo a la boca. Esa fijación oral, producto de siglos y siglos de
evolución, se trasladaría mucho después a una de sus prácticas favoritas. El
sexo oral. Algo tenía la oralidad del acto que lo hacía mucho más interesante
que el rictus de la penetración. Se volvió (como le gusta decir) un Phd en sexo
oral. Y sin distinción de morales orientales u occidentales, singulares, dobles
o triples, se lanzó a la aventura de la experimentación. Un vale todo, como le
gustaba decir.
Cría cuervos y te comerán los
ojos, decía un amigo suyo y principal financista de sus aventuras. El pago por
los placeres de la carne era un oficio tan antiguo, que nuestro protagonista no
sintió la más mínima vergüenza al sumirse en el negocio. Si el magister tiene
más posibilidades de ingreso que el licenciado, ni hablemos de nuestro Phd, que
fue escalando en los círculos concéntricos del negocio de los placeres, hasta
llegar a la elite. La torre de babel de los placeres era algo parecido a la
pirámide de las clases sociales. La base bien ancha y poco para muchos, los del
medio, felices e hipócritas, y los de la cúspide, patética e innecesariamente
ostentosos, con un manual de prácticas sexuales inentendibles y ridículamente sofisticadas.
En la creme de la elite, en el lujo del lujo, nuestro Phd se topa con los
caprichos de señores feudales. Un conocido diputado nacional del partido en el
gobierno, es su principal cliente. De hecho, la clase política era la que más
pedía por él. El trueque burdo, fue un simple cargo en Justicia Electoral para
su hermana, y claro está, la paga por el honrado servicio. La lengua que
contenía las palabras, las palabras que contenían las ideas, las ideas que se hacían
ideologías. Todo el complejo arte de la construcción del pensamiento era
articulado a partir de esa oralidad, de esa lengua-órgano, que ahora, sumida en
su trabajo, poco le importaba pasar por las exigencias de conservadores,
demócratas, liberales o socialistas. Ni que decir de la Iglesia. Algo no
entendía nuestro Phd de la clase política criolla local. La inentendible
necesidad de experimentar placeres en conjunto y por ello, acabar conspirando
en conjunto.
El pez cae por la boca, le dijo
al cura párroco, el día en que este osó en tocar a su hermana.
El pez cae por la boca, le dijo
al senador demócrata, el día en que este quebró el banco, y en represalia, Phd
quebró su reputación.
El pez cae por la boca y ustedes
saben, dijo al concejal liberal y al socialista, y besó a ambos en señal de
complicidad (no sabemos si de Phd hacia ellos, o de ellos entre si)
Cuando el diputado conservador
del partido del gobierno vio sus fotos en el diario de mayor circulación de la
república, no dudó en cuestionar a Phd. Este, cruzado de brazos y sonrojádose
levemente, atinó a reírse en su cara y decirle que el pez, solamente cae por la
boca.
Días antes, el flamante diputado
habría protagonizado un flamante discurso de los tan comunes en el país. Ni su
flamante Dios, ni la patria ni su flamante familia, podrían salvarlo ahora de
la flamante vergüenza.
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